domingo, diciembre 24, 2006


Analíticamente vivaz, regularizaba cada movimiento con su perspicaz poder silencioso oculto en un brillo casi inocuo que se desparramaba del resplandor de sus ojos. Su existencia había dejado atrás la prudencia de una moral que lo había condenado a más de una noche de insomnio en un hambre inentendible que ningún libro había podido saciar. Abandonada aquella familia que había marginado por su avidez de conocimiento, trascendiendo las virtudes que se podrían destacar de los instintos de una cascabel, casi ya inmutable por tantos aforismas convertidos en estratagemas, había renunciado ya a cualquier renglón escrito o hablado para entregarse plenamente al deseo saciable de poder.
No era Dios, no era el vacío, era el hombre realizado que había logrado en su existencia alcanzar el lugar pleno, el espacio preciso, para ser el controlador de todo tiempo de toda masa. Su postura distante del líder, parecía insignificante significando todo. Aquel le dirigía una palabra de consulta, para que este con un simple gesto, diera la aprobación contundente entre la victoria iracunda o la derrota miserable de la duda, entonces en esos instantes la multitud entendía la plenitud del respeto.
Su boina roja no era ideología, era la pasión de sentir que con un ademán podía no solo condicionar, sino también determinar como un estimulo inexpugnable el destino de seres que como vacas lo único que querían era la justicia del pasto.
Cual vizcacha que desafía a la liebre, sin rapidez, con simple ambición controlaba el puente, que para el, ya no tenía más que la funcionalidad de transformar la producción en algo o en nada. Era la mutación de factores con los que el quería animarse a jugar, para ver si algún iluminado podía entender que el plan era que no había plan.

No hay comentarios.: