lunes, septiembre 03, 2007


La estética de la vida
Primavera. Perfume a Fresias. Las sinfonía de pájaros anuncian el comienzo del día, las abejas revolotean en busca del tesoro que se abre, al compás de la música, guardado en cada flor. Un mate más y tomando el azadón sale a caminar por los surcos… los frutales estallan de furia expandiéndose con cada fragmento de calor que brinda el sol. El primer suspiro. El chicuelo revolotea… se tropieza, repite, dice, corretea, juega. Travesuras que van rompiendo la ingenuidad.
Verano. Perfume a uvas. Los ríos acaudalados se escurren sin paz entre las rocas cuesta abajo hacia el horizonte del mar. Los frutos maduran. Aprendiendo a suspirar, aprendiendo a susurrar. Picardía, cortejo, mentiras y desmentidas, chapuzones de extremo calor, jugando al amor. Miradas de encuentro que forjan una compañía.
Otoño. Perfume a hongos de pino. Caminos escoltados por soldados dorados embajadores de belleza, naturaleza y paz. Los Liquidambar extravagantes brindan rojo al dorado de las arboledas que enmarcan los caminos. Los Hijos se realizan realizándolo al padre.
Invierno. Perfume rojo a violeta de los Alpes. La llama danza en las chimeneas acogiendo a la familia y los amigos reunidos a su alrededor. Los cuentos del abuelo, metáforas por medio de anécdotas para expresar el sentido. La memoria selecciona recuerdos para hacer del relato una intensa aventura.
Multidimencionalidad que quiebra la dualidad. Agua, tierra, aire fuego y humanidad. Rojo, azul y amarillo. Las tierras integradoras de coloridad. Violeta, verde y naranja. Norte, sur, oeste y este. Mil tonalidades para decir te quiero. Un suspiro para ser estoico. Dos + muchos. En el llano, entre las montañas y el mar… ¿de qué sirve tener lo más preciado si no se puede compartir? Primavera.