sábado, febrero 17, 2007


Párrafos que comparten una roca.

En los albores de la cultura global, la incertidumbre relativista atenta socavar cualquier certeza. ¿Cuál es tu realidad?
En el campo todavía subsisten, cual puestos de avanzada en pos de una vida vinculada a la naturaleza, los pastores, que recorren rutas señaladas por huellas mientras siguen su norte en busca del relicto más verde en la montaña más alta. ¿Cuál es su secreto en la mirada solitaria de la vasta inmensidad?
Los tiestos dispersos invitan a reconstruir esa historia fragmentada… ¿De donde vinieron estos colores que cual caracol esconden esencia a mar? ¿Qué hicieron los antiguos pobladores de la aldea más encumbrada, donde la frontera de hoy era el encuentro del ayer?
Entonces en las palabras del abuelo, uno se sumerge en los relatos de sus viajes, para darse cuenta que las verdaderas anécdotas se encuentran en las travesías de supuestas rutinas que estuvieron lejos de ser aburridas…
La olla deleitosa sutilmente deja descubrir el aroma de su manjar, mientras las especies se resbalan entre los dedos del cocinero, que cual poeta del sabor, al alma intenta reconfortar.
Entonces desde una neblina de algún oasis de algún desierto la realidad se materializa mediante el estudio de pasiones, que a veces intelectualizadas, intentan darle sentido al caminar, para hacerlo más liviano, divertido y profundo. En algún momento la pregunta es para qué estamos. El corazón nos ayuda en el paso que sigue cuando nuestra razón alcanza su límite. Y entonces, en alguna cumbre de cualquier montaña, es donde los hombres buscan que la realidad se espiritualice, contemplando la creación desde esa roca que es el contacto entre el cielo y la tierra. Es una sensación, de esas que apenas se puede describir, pero que por suerte, ahí en la roca, se puede compartir.