martes, agosto 08, 2006

Caminos de huellas destinadas a ser borradas en la arena dibujada por el viento. De noche siguiendo el cielo, de día la suerte del conocedor. Atiborrada de curiosidades, atravesando el más espeso mar, inmutable se abre paso la caravana. Seres míticos aparecen en el andar, quieren conversar. Un escorpión deseoso de danzar que al solsticio debe esperar, una diminuta flor brillosa por el rocío matinal que invita a la contemplación existencial, un explorador buscando algún meridiano...
El territorio es vasto pero el oasis es el refugio para subsistir. Civilización lejana, el lugar es aqui. Quedan dos caminos, el encuentro o más samsara. Cuantos avater se encontraron en el desierto para encontrarse. La respuesta no es ya quien es uno ni de donde viene, el ahora solo se inquieta por el cómo. La meditación ayuda, es el alimento de la inmensidad.
El paisaje esta completo, solo hay arena y el elemento más preciado, el ser. Es el producto del bagaje de milenios de recorrido, es el momento culmine del ciclo, centenares de vidas... Ya no se libra una batalla, no hay un destino de jardines exuberantes con el más preciado haren, no es el escape con la amada princesa de un tirano rey. Es el hombre en el desierto.

1 comentario:

Unknown dijo...

El ser, rodeado de inconmensurables desiertos, afiladas montañas, enormes valles y pequeños lagos; con los pies sobre la Tierra y la cabeza bajo el inmenso cielo estrellado; entremezclado con otros seres y muchas veces ciego a su realidad: no importa dónde sea que se ubique, siempre florece dentro de si mismo.
No hay destinos posibles de ser alcanzados, el jardín paradisíaco crece en cada momento, el momento es el hoy.